Todos tenemos derecho a una vida digna

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Este joven sacerdote jalisciense fundó en 2011 en Arandas un centro de rehabilitación para mujeres en condiciones vulnerables.

 “La Casa de la Mujer funciona como un internado y la estancia máxima es de cuatro meses”

Julieta Salgado

“Defender el derecho de todos a tener una vida digna”, esa es la gran motivación del padre Luis Carlos García Real, vicario del Templo de San José en Arandas.

El sacerdote fundó en octubre de 2011 la Casa de la Mujer, un centro de rehabilitación para mujeres con problemas de adicción a las drogas. Esa labor le ha brindado el reconocimiento de la población.

“Actualmente, estamos al tope de trabajo”, se lamenta. Señala que siempre tienen chicas en lista de espera para recibir la ayuda y atención en el albergue.

“Desgraciadamente, el problema se da ahora en edades más cortas, en muchachitas de 13, 14 años que han sufrido violación, descuido de sus padres y violencia doméstica”, precisa el vicario. En el albergue viven 33 chicas a quienes brindan hogar.

La Casa de la Mujer funciona como un internado y la estancia máxima es de cuatro meses. Las jóvenes reciben atención médica, psicológica y espiritual. Aunque al comienzo se abrió con una capacidad de atención para 40 mujeres, ahora se reciben sólo 33 para tener una mejor atención.

García Real tiene 49 años, es originario de Degollado, Jalisco, pero vive desde hace diez años en Arandas. 

“Yo soy el que más cree que la persona necesita formación. En el centro nos centramos en este tema y nos enfocamos en cuatro aspectos básicos: el espiritual, el psicológico, el físico y el intelectual”, afirma.

El padre Luis Carlos detecta que la droga más recurrente por las jóvenes es la conocida como “piedra”, un derivado de la cocaína que es más económica que la primera y con secuelas graves para la salud porque producen ansiedad, depresión y desórdenes alimenticios. “Las va enflacando y les da una ansiedad terrible”, describe.

“Yo creo que todas las personas tenemos derecho a cambiar, a una vida digna”, defiende Luis Carlos. Sin embargo, reconoce que el mayor esfuerzo debe enfocarse en la prevención desde el núcleo familiar.

“Yo creo que la célula básica de una sociedad sana es la familia”, asegura.

En su experiencia, señala que las adicciones afectan a los jóvenes porque pierden la dimensión del valor personal.

"Al valorarse como persona, uno sabe todo el potencial que tiene. Pero por el dolor, la rabia, el coraje que a veces se guarda, no se es capaz de pensar, reflexionar y tener una vida digna”.

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