Afectuosos lectores y amables lectoras, cómplices de estos pasajes llenos de letras y cantos, de preguntas y respuestas, de vocablos raros y politiquerías diversas; espero que las lluvias de estos tiempos no hayan generado muchos estragos en sus hogares, y que por el contrario, el agua genere vida y los refresque, que haga crecer sus campos tal como ha hecho con los míos: muchas flores, muchas plantas, mucho color verde y olor a fresco en el camino.
Pues bien, mis amigos y amigas, es hora de revisar una palabra que por su importancia ha sido últimamente muy socorrida en el campo político. La palabra a la que hoy le pasaremos la lupa para verla de cerca, es ni más ni menos que “transparencia”.
Quizá, lo primero que se le venga a usted a la mente es que algún renombrado científico, después de años de estudio, ha sido capaz de encontrar la fórmula química para que las personas o las cosas puedan ser invisibles. Que puedan ocultarse ante los ojos humanos y pueda verse, a través de ellas.
Pues, lamento informarles que esta transparencia no tiene nada qué ver con súper inventos, ni mucho menos con alguna historia de ciencia ficción.
La transparencia a la que nos referimos es un valor con el que deben contar todas las instituciones que manejan recursos públicos, es decir, aquellas que utilizan el dinero que sale de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos. Entonces, podemos hablar de que un gobierno es transparente cuando le permite a sus gobernados, conocer con detalle cuáles son las acciones que hacen las autoridades, qué tipo de proyectos realizan y cómo los llevan a cabo. Además de esto, para que un gobierno sea transparente, es necesario que rinda cuentas claras sobre cómo utiliza el dinero que se le encomendó para generar acciones a favor de la comunidad. En otras palabras, ser transparente quiere decir, no esconder nada.
La manera en que una administración política puede dar cuenta de su transparencia, es mediante la información y la atención que brinda a las personas, pero también con los espacios comunes que genera para que el gobierno y los ciudadanos se acerquen y puedan dialogar.
Uno de los principales derechos que vigila la transparencia es el que todos tenemos: el de acceder a la información pública. Este valor es muy importante para que un gobierno esté sano, porque permite que exista honestidad, que todo mundo pueda ver lo que pasa adentro, así, se garantiza que no se lleven a cabo acciones corruptas, fuera de la ley o como por ahí se suele decir: “por debajo del agua”.
Pero, ¿quién vigila que los gobiernos sean o no transparentes?, se preguntará usted, curioso lector. Pues la respuesta es muy sencilla, verá usted: a nivel país, es el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos, mejor conocido como el IFAI; y más cerca de nosotros, en Jalisco, existe el ITEI, que es el Instituto de Transparencia e Información Pública de Jalisco. Pero además de estos organismos, existe un grupo de organizaciones que formaron un colectivo llamado Ciudadanos por Municipios Transparentes y que, por sus siglas, se hace llamar CIMTRA. Ellos se encargan precisamente de vigilar que exista transparencia en los ayuntamientos municipales y en los congresos locales.
Antes de voltear la hoja y dar por terminada nuestra conversación, permítanme decirles, queridos amigos, que fue precisamente CIMTRA quien no hace muchos días calificó a Tla- jomulco como el municipio más transparente de todo México. Imagínese usted, si solamente Jalisco tiene 125 municipios y Oaxaca 570, seguro hay más de mil en todo el país, y Tlajomulco de Zúñiga, entre todos ellos, se ganó la distinción de ser el más transparente.
Ahora sí, yo más que hacerme transparente, me hago invisible con mi despedida. Con el agradecimiento infinito por sus fraternas compañías. Parto.
Con Cariño.
El Grillo
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