Ignacio Díaz Morales fue sin duda el arquitecto más importante y polémico de Guadalajara en el siglo XX. Creador de la Cruz de Plazas, que provocó la demolición de varias manzanas con edificio históricos de gran valor patrimonial, su figura ha sido muchas veces limitada a este hecho.
Algunos historiadores han afirmado que la destrucción que proponía Díaz Morales era menor a la que realmente sucedió. Sin embargo, es importante decir que los cánones de valor patrimonial eran muy diferentes entonces y el concepto de conservación era prácticamente inexistente.
A pesar de eso, Díaz Morales fue el principal crítico de la apertura de las avenidas Alcalde y Juárez, que fracturó el centro de Guadalajara y un amante de los espacios públicos. De hecho en la muestra “Ignacio Díaz Morales. El oficio del arquitecto” que se presenta en el MUSA hasta el mes de noviembre, se expone un dibujo de un proyecto de una plaza pública frente al Instituto Cultural Cabañas, que supera por mucho a la actual Plaza Tapatia.
En cualquier caso, el principal legado de este arquitecto nacido en 1905 y egresado de la Escuela Libre de Ingenieros, amigo de Luis Barragán y Rafael Urzúa, es que fue el gran maestro de generaciones de arquitectos.
Fundador de la escuela de Arquitectura de Guadalajara en 1948, para ese encargo viajó a Europa, en plena posguerra, a conocer el programa de estudios de distintas escuelas y reclutar jóvenes arquitectos. Así llegaron a Guadalajara, Bruno Cadore, Horst Hartung, Erich Coufal, entre otros, que construyeron una prolífica obra en la ciudad.
“Mis orígenes son dos. Me enamoré de Guadalajara y me enamoré de la arquitectura”, dice una frase de Díaz Moralesal principio de la muestra que refleja su interés en la ciudad.