“Daniela es hija de un violinista estadounidense y de una diseñadora de moda tapatía”
Niña prodigio: La joven tapatía de doce años es una prodigio frente al piano.
Sentada frente al piano es una de las más talentosas que ha tenido México. Pero cuando Daniela Liebman (Guadalajara, 2002) se aparta un poco del instrumento aparece la niña tímida que atiende con disciplina a los consejos de sus padres.
A la mitad de una conferencia de prensa su madre, sentada en la última fila, le pide que se quite las gafas para las fotografías. “Lleva pocos meses con ellas y todavía no se acostumbra”.
La joven es una de las promesas musicales más destacada que tiene el país. A sus doce años ya ha tocado varias veces en el Teatro Degollado, puso de pie a los espectadores en el Palacio de Bellas Artes y en el Carnegie Hall en Nueva York en octubre del año pasado, donde su actuación recibió estupendos comentarios en uno de los escenarios más exigentes del mundo.
“Tocar ahí fue increíble. Nunca pensé hacerlo y menos tan joven”, asegura Daniela, quien se convirtió en esa ocasión en la mexicana más joven que tocó ahí como solista. “Cuando sales al escenario en los pasillos hay fotografías de músicos que han tocado ahí antes y yo pensé: voy a tocar en ese mismo escenario. Fue una experiencia inolvidable”.
Daniela, cuyos compositores favoritos son Lizt, Rachmaninoff, Chopin, Bach y Mozart, es hija del violinista estadounidense Robert Liebman y de la diseñadora de modas tapatía Ana Luisa Martínez. Su padre comenzó a darle clases de música a los tres años, prácticamente desde la cuna. Actualmente, su profesor es el músico ucraniano de nacionalidad mexicana Anatoly Zatin, quien la dirigió en un concierto en febrero de este año en Bellas Artes.
A pesar de su corta carrera ya ha podido tocar en algunos de los escenarios líricos más importantes junto a algunas de las mejores orquestas del país y ser dirigida por distintos directores.
“Tocar una misma pieza con director distinto es diferente, aunque sea la misma obra”. Sus profesores y familiares, señalan que una de sus principales virtudes es su sencillez y su profesionalidad ya que todos los días practica entre tres y cuatro horas frente al piano.
“Todos los días de concierto se toma una siesta antes”, dice su madre sobre uno de los rituales favoritos de Daniela que se considera una niña normal: ve la televisión, juega con sus amigas, estudia y se emociona con alguna pieza hasta las lágrimas.