Amantes de la cultura y la conservación de las tradiciones, los mascotenses retomaron la costumbre de celebrar, con entusiasmo y fervor, las festividades tanto religiosas como civiles: la Fiesta de la Virgen y el Grito de Independencia
Noemí Rosas Peña
Cuando concluía el año de 1810, tres meses y medio después del Grito de Independencia en el pueblo de Dolores, llegó a Mascota, Jalisco, la imagen de la Virgen de la Soledad, conocida hoy como la Virgen de los Dolores. A partir de entonces, los mascotenses la adoptaron como Patrona, venerándola, adorándola y tributándole un culto muy especial.
En los primeros años, la festividad de la Virgen sólo comprendía tres días (triduo) del 13 al 15 de septiembre. Fue a partir de 1909 que se siguió la tradición de celebrar durante nueve días (novenario), del 7 al 15 del mismo mes.
La noche del 30 de diciembre de 1860, 50 años después del arribo de la imagen al pueblo, el militar Antonio Rojas incendió los archivos civiles y religiosos de Mascota que se encontraban dentro del templo parroquial, junto con los santos y mobiliario del mismo. El guerrillero se tomó la libertad de extraer las imágenes, tanto de la Virgen de los Dolores como del Jesús Nazareno, por considerarlas de una singular belleza. Posteriormente, vendió las imágenes en la ciudad de Ameca, Jalisco, de donde, para beneplácito de sus devotos, fueron rescatadas tiempo después.
Una vez que las imágenes estuvieron de regreso en el templo del pueblo, los mascotenses, dejaron en el recuerdo este triste acontecimiento y se dieron a la tarea, no sólo de reparar los daños, sino de buscar la superación de la localidad. Con entusiasmo y determinación, impulsaron que el 10 de abril de 1885, el entonces Gobernador del Estado de Jalisco, Francisco Tolentino, elevara a Mascota a la categoría de ciudad. Amantes de la cultura y la conservación de las tradiciones, los mascotenses retomaron la costumbre de celebrar, esta vez con mayor entusiasmo y fervor, las festividades tanto religiosas como civiles. De esta manera, la conmemoración del Grito de Independencia y la Fiesta de la Virgen, aunadas, resultaron de gran esplendor.
El estruendo de los cohetes y la ejecución de las notas musicales del mariachi y la tambora, marcan el despertar y la invitación al alba, de los devotos de la Patrona, quienes con alabanzas y cantos, recorren algunas calles de la ciudad desde diferentes puntos, hasta llegar al templo donde el encuentro con la Virgen de los Dolores hace emotiva y entusiasta la llegada de un nuevo día.
Las Fiestas Patrias lucen por la alegría y el ya tradicional desfile, engalanado por cultas reinas, dignas representantes de la belleza e inteligencia de la mujer mascotense; los concursos de carros alegóricos, los globos fabricados con papel de china que se elevan ante el asombro y la admiración de los pequeños del lugar; jugar al “palo” y “el puerco encebado”; las tan esperadas argollas (concurso realizado por los charros de la comunidad) y bailes de gala, forman parte de los atractivos de las festividades. De igual forma, el magisterio da el ejemplo del cariño entrañable que siente por su pueblo, pues los maestros organizan hermosas y llamativas actividades culturales para el deleite de niños, jóvenes y adultos.
Durante el novenario, las comunidades del municipio, nutren con su presencia las peregrinaciones a la Parroquia; cargan flores y diversas ofrendas, lucen hermosos carros alegóricos y tractores, adornados con milpas de la temporada; dan así una muestra de amor y agradecimiento a la Patrona del pueblo, pidiéndole también su divina intervención en el ir y venir de la vida cotidiana. La culminación de cada día se da con el estruendo de los juegos pirotécnicos, los cuales invitan a los parroquianos a despedir la noche con música mexicana de fondo, proveniente del kiosco de la Plaza de Armas. Finalmente, justo al término de los festejos patronales, ocurre otro evento esperado no sólo en el municipio, también en México entero: la ceremonia del Grito de Independencia. Después de hacer el recorrido alrededor de la plaza y entonar con respeto nuestro Himno Nacional, los portadores de las antorchas encendidas se congregan al pie del kiosco para vitorear a aquellos héroes que nos dieron patria y libertad.
Todo lo anterior, hace posible que las festividades septembrinas de Mascota llenen de felicidad y algarabía las calles del pueblo, que atraigan, tanto a los hijos ausentes y visitantes de la región, como a gente de la capital, de otros estados y hasta visitantes extranjeros, quienes acuden, año con año, seguros de que se llevarán de esta celebración, un buen sabor de boca.
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