Adiós al genio de las letras
El escritor colombiano, Premio Nobel de Literatura en 1982, falleció el pasado 17 de abril dejando un hueco difícil de llenar en la literatura universal.
“El deber revolucionario de un escritor es escribir bien"
Desde niño Gabriel García Márquez (1927-2014) supo qué quería ser de grande. “Quería ser escritor, sabía que tenía la aptitud”, afirmó en una de las muchas entrevistas por television que se han transmitido en las últimas semanas.
En las primeras páginas de su autobiografía Vivir para contarla, cuenta cómo fue el regreso a su pueblo natal, Arataca. Tenía 23 años, trabajaba en el diario El Heraldo y acababa de abandonar la carrera de derecho. Viajó con su madre que le había pedidio que la acompañase a vender la casa familiar.
“Nadie se oponía a que fuera escritor, siempre que hiciera una carrera académica que me diera un piso firme”.
García Márquez vivía un periodo crucial en su vida en el que debía decidir entre cumplir con los planes de su familia o seguir su vocación.
En esos primeros pasajes de la autobiografía, cuenta de su relación con su lugar de origen.
“Su nombre no es de pueblo sino de río, que se dice ara en lengua chimila, y Cataca, que es la palabra con que la comunidad conocía al que mandaba. Por eso entre nativos no la llamamos Aracataca sino como debe ser: Cataca”.
El autor fallecido el pasado 17 de abril en la Ciudad de México, cuenta que una de sus primeras referencias literarias fue el escritor estadounidense William Faulkner, con quien encontraba similitudes entre los paisajes que describía con los pueblos de la costa colombiana.
“Cuando empecé a leer a Faulkner también los pueblos de sus novelas me parecían iguales a los nuestros”.
El Premio Nobel de Literatura en 1982 y padre del realismo mágico develó cómo descubrió el nombre de Macondo, en ese mismo viaje.
“El tren hizo una parada en una estación sin pueblo y poco después pasó rente a la única finca bananera del camino que tenía el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética”.
La autobiografía del autor de Cien años de soledad comienza con un epígrafe que resume buena parte de su universo creativo. ”La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
En García Márquez tan importantes son sus libros, como sus multiples citas recopiladas a lo largo de los años. “Cuando uno se aburre escribiendo, el lector se aburre leyendo. El deber revolucionario de un escritor es escribir bien". O en una conferencia en México: "simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros".
El mundo de las letras perdió a una de sus figuras más importantes, en cambio ha ganado a un mito. El Gabo no se ha ido del todo.
Imprescindibles
La hojarasca
Editada originalmente en 1955, fue la primera novela publicada del escritor colombiano. En ella, los lectores conocen por primera vez el nombre del Coronel Aureliano Buendía y el pueblo de Macondo, ese lugar mágico que existió primero en la cabeza del escritor y luego se convirtió en el lugar soñado por millones de lectores. Fue el primer acercamiento al realismo mágico.
Cien años de Soledad
“Cien años de soledad no es más que un ballenato de 350 páginas". Eso dijo el propio autor sobre su obra más cumbre y universal. Macondo fue para García Márquez como el Comala de Juan Rulfo. Un espacio imaginario donde la realidad, la ficción y la magia se entrelazan para formar nuevos universos.
El amor en los tiempos de cólera
Otro de los títulos imprescindibles en la extensa bibliografía del colombiano. La novela, la quinta que escribió, se publicó en 1985 y cuenta la historia de tres personajes de finales del siglo XIX: Florentino Ariza, Fermina Daza y Juvenal Urbino de la Calle. La narración tiene como escenario la ciudad de Cartagena de Indias y fue la favorita de Gabriel García Márquez.